viernes, 22 de febrero de 2013

Preview

Retrocedamos dos años en el tiempo. Estamos en una pradera, verde esmeralda y sin ninguna imperfección...ante nosotros, un bosque con ramas tejidas con luz y sombra. Entre destellos de oro, hay tres niños jugando.
Corren entre las ramas y se adentran profundo en el bosque, sin darse cuenta de que la luz cada vez se vuelve más ténue y las ramas se curvan cada vez más amenazantes...ellos solo corren, saltan, juegan con las hojas y con el viento con olor a libertad.
En la pradera, justo en la entrada del bosque, hay una pequeña troupe. Son como una pequeña familia, todos se conocen y todos se aprecian, entre ellos no existen secretos, ni rencores ni traiciones. Era gente feliz.

Pero volvamos a los niños, en lo profundo de un laberinto de sombras. Se han dado cuenta de que están perdidos, están asustados y no saben que hacer. Entonces uno grita, los otros dos se giran..y los tres empiezan a correr. ¿Detrás de que? De un pequeño brillo, de una pequeña y azul llama de esperanza que brilla tras los troncos, como la salida de un túnel. Y corren, y corren y corren, hasta que el viento salado les besa la cara.
Anochece. Los miembros de la pequeña troupe comienzan a inquietarse por la tardanza de los niños, pero siempre han sabido cuidarse, así que no salen inmediatamente a buscarlos...aún no, esperan todavía un rato. Se sientan ante la hoguera, cantando canciones que tal vez no deberían hacer cantado...riendo por chistes que tal vez no deberían de haber cantado...susurrando pasiones que tal vez nunca debieron ser creadas.

Mientras, los niños persiguen al fuego fatuo, de vuelta al hogar. Y cuando llegan solo queda un fuego apagado, sangre derramada y lágrimas por un mañana que no llegará. Así que, de nuevo corren, de nuevo corren detrás del fuego fatuo. A sus espaldas, pisadas, ante sus ojos la esperanza...

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Sample text

Sample Text