jueves, 11 de agosto de 2011

Aquella vieja jugueteria

Era una ciudad que vivía bajo la magia de los días de lluvia y las primaveras cálidas. Escondida entre pequeñas calles con olor a lluvia se escondía una vieja juguetería, ahora cerrada. Aquel lugar aún recordaba las risas de los niños cuando sus padres les llevaban allí para comprarles juguetes nuevos o peluches por sus cumpleaños.
De todas esas ilusiones solo quedan recuerdos amontonados en un cajón. El viejo artesano ya no construye muñecos para que otros los disfruten, todo lo que queda de esos años es un pequeño muñeco roto que encontró en su día y que jamás arregló. Él te diría que ese muñeco era su vida.
Yo conocí a aquel artesano una tarde lluviosa en mayo.
Corría para refugiarme en algún soportal o café cuando una voz me llamó. Me giré y un anciano me hizo un gesto para que pasara, era una vieja juguetería. En ella se apilaban juguetes en las mesas y pequeños peluches en los cajones, pero el muñeco estaba sobre la mesa, "sentado" en una pequeña silla de madera, justo al lado de donde se sentó el viejo artesano. Conversamos mientras esperaba a que cesara la lluvia y antes de irme me regaló aquel muñeco.
Poco después el artesano murió.
Para él empecé a escribir esta poesía:
Entre calles de piedra y lluvia,
entre edificios se escondía
el lugar que en su tiempo construía
la ilusión de los niños cada día.
El viejo artesano ya no construye
muñecos para que otros los disfruten,
solo quedan herramientas en el estuche
y cajones llenos de viejos peluches.
Su único amigo ahora es
un muñeco roto que encontró una vez
jamás lo arregló y ahí lo ves,
lo acompañó desde su niñez.
El viejo muñeco mira al viejo artesano,
el viejo artesano suspira por aquellos años,
aquellos años jamás regresaron.
Yacen aquí artesano y regalo.

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